La próxima proliferación masiva de armas podría venir por esta vía si la tecnología sigue avanzando. En mayo de 2013, el estudiante de Texas (EE.UU.) Cody Wilson daba a conocer al mundo la primera pistola impresa con esta tecnología capaz de disparar de corrido seis balas. Estaba hecha con 15 piezas de plástico y un percutor metálico. Pocos días después de colgar en internet las instrucciones para fabricar la pistola había registrado más de 100.000 descargas.
Aunque el Gobierno de EE.UU. obligó a retirar los planos cuatro días después, ya eran virtualmente universales. «Actualmente imprimir un arma de fuego en 3D con fines delictivos tiene un coste altísimo», dice Iain Overton, director de Investigación de la ONG Acción sobre la Violencia Armada (AOAV por sus siglas en inglés). Según explica a ABC.es por correo electrónico, esto se debe a que el interesado tendría que comprar una impresora 3D —aunque se han abaratado mucho en los últimos meses— y el resto de materiales. Y aún así, «la mayoría de las pistolas impresas se rompen», asegura. «Pero si las próximas impresoras 3D consiguen trabajar con otros materiales o un plástico muy endurecido, la impresión 3D de armas y municiones podría ser un verdadero problema». También Peter Squires, criminólogo y miembro de la Red de Control de Armas, coincide. «Son muy raras, poco fiables, su tecnología es demasiado cara y las balas son difíciles de conseguir», responde a ABC.es, pero podrían ser un problema en el futuro. Su amenaza, dice, reside en su capacidad de distribución masiva y de evasión de los controles de seguridad. Retos y amenazas Las pistolas impresas evaden controles porque apenas contienen metal. Algo que, aunque por ahora las hace poco resistentes, también las hace indetectables.
De hecho, dos reporteros del medio británico «Mail on Sunday» viajaron de Londres a París en Eurostar con un arma de este tipo sin ser descubiertos. Esta cualidad ha provocado que algunas comunidades virtuales como FOSSCAD se vuelquen en el diseño de un arma semiautomática hecha en un 90% de plástico. Para evaluar el peligro que pudiera albergar esta tecnología, el Servicio Nacional de Inteligencia Balística de Gran Bretaña imprimió y probó sus propias armas. Su conclusión pública fue que eran casi más peligrosas para el delincuente que para la víctima. Sin embargo, también desarrollaron un escáner junto a la Universidad de Metropolitana de Manchester capaz de detectar pistolas de plástico. ¿Qué hacer en este punto? «En un nivel básico, al igual que las fuerzas de seguridad pueden rastrear los equipos en casos de pedofilia o fraude financiero, también podrían regular las impresoras 3D para que generen un historial», cuenta Overton. En su opinión, las impresoras 3D deberían poder ser confiscadas y analizadas por la Policía para probar que han impreso un arma.
«La mayoría de las armas impresas en 3D ya estaría regulada bajo la legislación existente» El director de Investigación de AOAV también destaca la importancia de concienciar a la sociedad sobre la ilegalidad de imprimir una de estas armas en casa. «La mayoría de las armas impresas en 3D ya estaría regulada bajo la legislación existente, aunque podrían ser necesarios ajustes para mantenerse al día con los avances tecnológicos si las impresoras llegaran a ser capaces de producir productos más robustos». La calidad de los materiales y la necesidad de que las balas sean de cuerpo metálico son los últimos escollos que deberían superar estas armas para convertirse en una pesadilla para la seguridad. Pero… ¿cuántas cosas que parecían imposibles se han conseguido ya?
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